martes, 11 de mayo de 2010

¿Subir o bajar impuestos?


En los primeros años de la Inglaterra del siglo XI y en la ciudad de Coventry, era noble y señor el Conde de Chester, Leofric. No dudaba el ilustre caballero en mantener elevados los tributos a sus vasallos, ahogando en su propio beneficio, la economía del lugar. Su esposa, la bella Lady Godiva, alarmada ante la precariedad de sus vecinos ocasionada por tan excelsas cargas impositivas reclamó a Leofric la bajada de impuestos. Aceptando Leofric tal propuesta solamente a cambio de que Lady Godiva se paseara a caballo por Coventry completamente desnuda.
Ambos cumplieron con su parte del trato.

La sensatez que demostró Lady Godiva en cuanto a no permitir la abusiva situación impositiva de sus conciudadanos no siempre tiene reflejo en nuestra sociedad diez siglos más tarde.
En los actuales tiempos la discusión se centra en si es preferible un Estado que retraiga grandes recursos económicos, vía impuestos, a la esfera privada de la sociedad o si por el contrario es preferible menor intervención estatal y más libertad de movimiento al sector privado.
En el primero de los casos la premisa descansa en que si el Estado controla mayor parte del "pastel" de la renta disponible total de una economía le permitirá efectuar una equitativa y eficiente redistribución de renta que el sector privado es incapaz de hacer.
Esta manera de encarar la problemática conlleva a priori dos presunciones. Que el ciudadano no está capacitado para gestionar una gran parte de sus propios ahorros y que la maximización de su felicidad, el cumplimiento de sus deseos a través de sus ahorros le corresponde al Estado antes que al propio individuo. Dicho de otro modo, el Estado sabe en mayor medida que un determinado ciudadano, si dicho ciudadano necesita y desea más gasto en sanidad, educación, seguridad, etc. Y no sólo eso, sino que además sabe gestionar más eficientemente que el propio ciudadano dichos recursos.

Todo esto nos conduce a pensar en una relación de sujeción del individuo frente al Estado, donde éste se convierte en verdadero tutor de cada uno de los habitantes de un país. Ese carácter paternalista estatal no sólo merma la plena libertad de la persona sino que socava la normal personalidad individual, intransferible e inherente de cada ser humano.
Pudiera pensarse, aunque detestable sin duda sería, que un determinado Estado es capaz de controlar y maximizar la felicidad de un ciudadano a través de una asignación y distribución de gasto hacia él, pongamos por ejemplo una cifras como: 20% sanidad; 5% seguridad; 10% educación; 15% justicia; 20% igualdad; 15% ocio; 15% propaganda. Tal vez fuera esta distribución la más eficiente y feliz para un contribuyente pero... ¿Acaso no hay millones y millones de personas con diferentes gustos y deseos como para pensar que hay infinidad de distribuciones maximizadoras de felicidad?
Ante esto el Estado tiene dos opciones: Obligar a que los ciudadanos se igualen lo más posible en gustos y deseos con el fin de crear un país más feliz, lo que obliga a tener un mayor control fiscal, social, policial... O hace una media estadística con todos los ciudadanos, lo que conduce a que una determinada persona analfabeta pueda tener a su disposición grandes cantidades (pagadas de su bolsillo) de antiinflamatorios y un enfermo de cáncer, disponer de las obras completas de Maupassant mientras hace cola en lista de espera.

Es inviable. El Estado no puede y no debe controlar a una persona hasta el punto de anular su libertad y convertirla en cualquier cosa menos en persona y una media estadística en asignación y distribución de gasto social, aunque podrá coincidir en la maximización de una parte de la población (la que se encuentre en la media), no podrá evitar la ineficacia e ineficiencia en la mayoría de la sociedad.

Desconozco el número total de caballos que existen hoy en día en nuestro país, pero si tenemos que emular a Lady Godiva...

La libertad individual comienza por la libertad económica y a menor tasa impositiva, mayor libertad para el ciudadano.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Buen artículo, no hace falta añadir que estoy totalmente de acuerdo y que coincide en todo con lo que pienso, Saludos

Anónimo dijo...

Que tía más buenaa la del cuadro, ¡Como me poneeee !