viernes, 14 de mayo de 2010

España heroica: Baler


Recuerdo no sin cierto sonrojo y sorpresa, a pesar del ya paso de varios años, una noticia publicada en ciertos medios de comunicación que hacía referencia a la supresión y cambio del nombre de una avenida de la ciudad de Cáceres.
En virtud de lo dispuesto en la L/52 de diciembre de 2007 de la Memoria Histórica, el Excelentísimo Ayuntamiento de Cáceres tuvo a bien protagonizar un gracioso y a la vez lamentable episodio al quitar la placa con el nombre de la Avenida Héroes de Baler.
La Casa consistorial cacereña basó su medida aduciendo la significación franquista de la heroica acción de los héroes de Baler. Aunque había algo que no cuadraba: cuando se produjeron los hechos de Baler, Franco contaba con 5 años y faltaban 38 para el inicio de la Guerra Civil. La ignorancia había golpeado de lleno al funcionariado consistorial cacereño responsable de poner en marcha aquella medida y cumplir de esa forma tan diligente y presta con la Ley.

El Sitio de Baler se debe enmarcar en la guerra entre España y EEUU de finales del siglo XIX. En una época de revueltas sociales, políticas y pesimismo en la sociedad y en las Letras españolas (de ahí la corriente conocida como Generación del 98), se vivió en Filipinas uno de los hitos del ejército español.

El fuerte sentimiento independentista de una parte de la población filipina provocó levantamientos armados contra los "kastilas", como así llamaban a las tropas españolas.
En el pequeño poblado de Baler, el capitán Don Enrique de las Morenas junto con los demás oficiales, suboficiales y soldados de la Guardia Civil se atrincheraron en el edificio más fuerte de Baler, la iglesia. El gran número de rebeldes no dejaba más oportunidad que la escogida aquel 1 de julio de 1898.
La gesta se prolongó nada más y nada menos que once meses, en concreto desde el 1 de julio hasta el 2 de junio de 1899.
Al poco tiempo de comenzar el sitio España fue rápidamente perdiendo todos y cada uno de los enclaves fuertes de Filipinas, incluida la capital, Manila. Pero de estos hechos los sitiados en Baler no tuvieron nunca conocimiento directo y los mandos recelaron de las noticias que les hacían llegar los rebeldes sitiadores mediante notas, periódicos...

Las heridas producidas por a veces días enteros de tiroteos, en un clima tropical como el filipino donde las heridas se infectan y no cicatrizan con facilidad; la falta de alimentos frescos; la falta de ropa, calzado, medicamentos; la falta de higiene y ventilación en un lugar demasiado reducido para albergar a más de cincuenta personas entre muchos otros problemas e incomodidades condujo a que durante los largos meses de asedio se produjeran paulatinamente la muerte de varios soldados por la enfermedad de beri-beri (falta de vitaminas, alimentos frescos), o por heridas de bala. El debilitamiento se generalizó y tras la muerte del capitán De las Morenas, el mando recayó en el Teniente Saturnino Martín Cerezo que supo mantener el orden y la moral alta durante el resto de la heroica odisea.

Entre las siempre valerosas acciones de aquellos soldados españoles resalta la temeridad que supuso la acción de salir de la iglesia más de una docena de los soldados con más fuerzas para conseguir fruta fresca y todo provisionamiento que fuera posible alcanzar, pues el médico de la guarnición, Rogelio Vigil de Quiñones, moriría si no recibía alimentación en condiciones. El agradecimiento del médico supuso que éste le entregara su reloj de bolsillo de oro al Teniente, reloj que décadas más tarde la familia de Saturnino devolvería a la familia Vigil pues toda decisión había sido tomada en cumplimiento del deber.

Por más que los rebeldes lo intentaron, el destacamento nunca se rindió, salvaguardando así el honor de la bandera española. Sólo la casualidad pudo convencer al teniente de que España ya hacía tiempo que había abandonado el control de Filipinas, pues la lectura de un periódico informaba sobre el traslado del puesto de trabajo de un amigo suyo en España. Dato que Don Saturnino comprendió de imposible manipulación por parte de los insurgentes filipinos.

Los treinta y tres supervivientes fueron pronto conocidos en España como "los últimos de Filipinas" y no sólo recibieron la admiración y el reconocimiento del pueblo español por aquel entonces sino que también lo siguen recibiendo hoy en día del pueblo Filipino.

El honor, la determinación para defender los cometidos propios del soldado con valentía y abnegación fueron una constante de aquel grupo de españoles hoy en día olvidados por el Ayuntamiento de Cáceres entre muchas otras personas. Y más penoso supone el hecho de que el teniente Saturnino Martín Cerezo, fuese natural de Miajadas, en Cáceres.

Hoy en día los altos mandos militares leen papeles escritos por burócratas donde se relatan historias de persecuciones de piratas en busca de botines robados, pero hubo un tiempo en que el ejército no se rendía ni ante el enemigo ni ante el burócrata.

Los Últimos de Filipinas llegaron a España, al puerto de Barcelona, a bordo del buque Alicante, el 1 de Septiembre de 1899.

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