viernes, 16 de julio de 2010

THEODOR VON REDING (EL MARISCAL DE LA VICTORIA)


Hasta ahora siempre se había mantenido en la memoria colectiva de este país unir la batalla de Bailén junto al nombre del jefe del bando vencedor, el capitán general Francisco Javier Castaños Aragori, haciéndolo parecer como el máximo y prácticamente único responsable de la primera derrota de un ejército del Emperador de Francia. La fama de este militar comenzó prácticamente desde el final de la batalla tras la firma de las actas capitulares con el general perdedor Dupont, siendo primero reconocido a mala gana por los franceses y a continuación por ingleses, rusos y españoles que no quisieron o no les pareció encontrar motivos de duda en la palabra de los primeros. Sin embargo el estudio realizado por Francisco Vela demuestra a todas luces que el verdadero y máximo protagonista de aquella gloriosa jornada del 19 de julio de 1808 en Bailén fue otro; debiéndose probablemente este injusto ostracismo sufrido por el protagonista a la envidia e inquina de los alto mandos militares españoles por una parte y rivalidades entre las juntas provinciales por la otra, así como a la necesidad de tratar de ocultar el hecho poco honroso para el ejercito francés de que un general de alto rango se rinda ante un subalterno más de su oponente. Siendo el protagonista de esta historia el mariscal de campo Theodor Von Reding.

Theodor Von Reding, (1755 – 1809) nacido en Schwitz, localidad de Suiza; a los 16 años ingresó en el ejército español con el grado de capitán en el regimiento Reding. Durante su trayectoria militar, participó destacadamente en la campaña de Menorca contra los ingleses y en la Guerra de la Convención contra los franceses en la que al finalizar alcanzó el grado de mariscal de campo. Ya en 1808 accedió al cargo de Gobernador Militar de Málaga y tras la sublevación del 2 de mayo de 1808 fue reclamado por la Junta de Granada para dirigir su ejército; y en la posterior reorganización del ejército de Andalucía le correspondió el mando de la 1ª División, con la que combatiría más tarde a Dupont.

Sin querer alargar mucho más de lo necesario la historia de la batalla de Bailén, los hechos que acontecieron el 19 de julio de 1808 y en días anteriores fueron los siguientes. El general Dupont , tras los sucesos del 2 de mayo, partió hacia el sur con un ejército formado por 26.000 hombres entre infantería y caballeria, dividido en 4 divisiones de infantería, 1 de caballería y la correspondiente de artillería. El objetivo de este ejército era tomar Sevilla, que era el foco de la rebelión en el sur, y después marchar a Cádiz para liberar a la flota francesa retenida en dicho puerto tras la batalla de Trafalgar. Dupont, durante el viaje, hizo un alto en el camino en la ciudad de Córdoba, agradeciendo la hospitalidad de la ciudad con un saqueo brutal e inmisericorde que duró 7 días, mientras Castaños inicia la marcha de su ejército contra el francés con temerosa lentitud. Dupont conociendo ya la rendición de la flota de Cádiz y el reagrupamiento del ejército de Andalucía inicia la retirada hacia la zona de Despeñaperros para aguardar allí al ejército español; por su parte Castaños en vez intentar cortarle la retirada se dedica a zigzaguear, esperando ver si Dupont deja Andalucía sin necesidad de tener que enfrentarse a él, y así básicamente se van desarrollando las jornadas previas al encuentro entre los dos ejércitos.

Las operaciones comienzan encontrándose Castaños en Porcuna y Dupont en Andujar, separados a su vez ambos ejércitos por el río Guadalquivir, comprobando además el general español que su homólogo francés no se retira sino que lo espera atrincherado en las localidades de la zona de Despeñaperros (Camino Real). Con lo que ordena que la 1ª División (Reding) cruce el río por Mengíbar y a continuación lo haga la 2ª (Coupigny) y se dirijan a tomar Bailén para cortar la ruta de retirada de Dupont. El día 16 Reding con su división sorprende a dos batallones franceses en Mengíbar, que a su vez dan la alerta a Gobert que con su división (3000 hombres) se lanza contra Reding (9000 hombres) para frenarle en su avance, Reding lo derrota pero deja escapar al enemigo, que se dirige a Guarromán, allí muere Gobert y le sucede en el mando Durfour quien dirige la marcha de su división hacia Santa Elena buscando asegurar el camino de retirada tras el encuentro con los españoles. Mientras tanto Dupont el mismo día 16 tras conocer el resultado del combate en Mengíbar manda a Vedel con su división (6000 – 7000 hombres) a tomar Bailén, sin embargo contra todo pronóstico Reding no se encuentra en Bailén sino que sigue en Mengíbar alertado por los movimientos franceses, una vez allí al no encontrar ni rastro de los españoles Vedel piensa que los españoles van tras Durfour, hecho que según él se ve confirmado cuando un avispado vecino le indica falsamente que varios batallones de caballería van camino arriba; así pues Vedel abandona Bailén sin dejar ningún destacamento y emprende la marcha esperando dar alcance a Reding.

Reding por su parte aprovecha la noche del 17 al 18 para acercarse a Bailén, y al comprobar que no hay franceses la ocupa con las 2 divisiones, en total unos 13500 hombres. Entre tanto Dupont se da cuenta del error de Vedel y conociendo ya el día 18 la ocupación de Bailén por Reding emprende la marcha contra aquel para librarse del cerco en que se encuentra. Dupont realiza ese día una marcha lenta con el propósito expreso de sorprender sobre las 4 de la madrugada del día 19 a la posible guarnición que hubiera dejado allí Reding, sin embargo éste es avisado por los vecinos de la llegada de destacamentos de descubierta franceses contra los que envía batallones de caballería y a la vez que despliega el ejército en orden de batalla cortando el camino real; con lo que la sorpresa fue para Dupont y ésta debió ser morrocotuda. Dupont despliega también su ejército en orden de batalla y comienza el combate, dejando Reding la iniciativa a su contrincante. A cada maniobra ofensiva de Dupont, Reding responde con la preceptiva contramaniobra defensiva, así durante toda la batalla hasta que al final tras más de 8 horas de combate se rinde Dupont al comprobar, ya herido, que no ha conseguido avanzar nada, todos su regimientos se encuentran agotados y exhaustos, y que a su espalda comienza a ver algunas unidades españolas que presagian la llegada de Castaños, el cual con extrema prudencia y quizás negligencia se acercaba a Bailén, cuando lo podía haber hecho mucho antes. Por ello Dupont comienza las negociaciones del armisticio ante ... Reding, mientras las divisiones 3ª y 4ª entran en Bailén, pero para sorpresa de todos el general “victorioso” Castaños no llega con ellas, si no que permanece despachando mensajes en su cuartel de Andújar y sólo se aproxima al lugar de la batalla al día siguiente para tratar los últimos flecos de la capitulación y firmarla.

Por lo tanto el general Castaños ni se encontraba en el lugar de la batalla y ni mucho menos pudo cursar ordenes directas a ninguno de los regimientos españoles de las divisiones 1ª y 2ª que intervinieron en el combate, si no que todo el desarrollo de la batalla correspondió a Reding, ya que aparte Coupigny (jefe de la 2ª) estaba subordinado a éste, y todas las órdenes cursadas durante la batalla a las tropas españolas partían en última instancia de Reding. Por ello debería aparecer en los libros de historia el nombre de Theodor Von Reding como el auténtico vencedor de Bailén, aunque fuese suizo de nacimiento.

Tras la batalla, Castaños maniobró para apoderarse del mérito de la victoria, y lo consiguió. A Reding entonces le ofrecieron como compensación el mando del ejército de Cataluña, con el que fue derrotado en 1809 en la batalla de Valls y murió poco después a consecuencia de las heridas recibidas en dicha batalla. Castaños aprovechó, con Reding muerto desde 1809, para apropiarse aun más si cabe de la leyenda de Bailén, y ocultar de paso los vergonzosos fracasos que cosechó a lo largo de aquella cruenta guerra, lo cual le sirvió para lograr la estima de Fernando VII e Isabel II y en consecuencia ocupar altos cargos de prestigio, honor y por supuesto de altas rentas.

P.D: Todo el tema desarrollado en este pequeño artículo se puede encontrar en el magnífico trabajo realizado por Francisco Vela cuyo título es “La batalla de Bailén, el águila derrotada” de la editorial Almena.

jueves, 15 de julio de 2010

Recomendaciones literarias: Utopía contra distopía


Hace ya muchos veranos que elegí leer algunos libros que habían sido escritos en el siglo XVI. Entre ellos, una obra no muy extensa pero muy curiosa, fue "Utopía" escrita por Tomás Moro. El escritor y teólogo inglés, que acabó siendo mandado ejecutar por Enrique VIII, dio origen a la palabra utopía al ponerlo como título de su obra. Utopía significa exactamente "no lugar", es decir, aquel lugar que no existe. La palabra hoy en día ha pasado a significar todas aquellas ideas o proyectos que son de imposible realización o término.

Utopía es el nombre de una isla con la que un navegante se topó de manera casual y que gracias a su estancia en ella nos relata las costumbres y organización social de los habitantes de esa isla. Tomás Moro idealiza esa sociedad, al menos desde su punto de vista, donde los pocos problemas que pueden surgir son rápidamente subsanados. Es en definitiva una sociedad ideal y casi perfecta. Se habla de la religión; de la eutanasia; de cómo se debe solventar la recepción de embajadores; de la autosuficiencia económica; de la igualdad económica y social y del rechazo de la propiedad privada al ser fuente primordial de envidias y disputas; se habla del matrimonio donde el hombre antes de casarse puede ver a la mujer desnuda para dar su consentimiento de la misma manera en que un mercader ve el género que va a comprar con el fin de que no haya tara y menoscabo en el mismo; incluso el oro y otras piedras preciosas son usados para los más variados y cotidianos quehaceres con la más natural asunción por parte de los ciudadanos de Utopía.

Moro presenta una sociedad donde la ausencia de necesidades colma de felicidad a sus gentes y donde no se trabaja para mejorar personalmente sino que el esfuerzo está destinado a la colectividad, a la mejora social. Contrario pues a la visión clásica de Adam Smith que dos siglos después venía a decir en "La riqueza de las naciones" algo como: "No es la benevolencia del carnicero, del cervecero o del panadero la que nos procura el alimento, sino la consideración de su propio interés. No invocamos sus sentimientos humanitarios sino su egoísmo, ni les hablamos de nuestras necesidades sino de sus ventajas."

En Utopía no debe haber, ni debe permitirse el egoísmo ya que el interés no es individual sino común, colectivo, social. Y si el egoísmo, la envidia u otras facetas malvadas sucumben la recta vida de un individuo de Utopía bien puede darse la pena de muerte o aplicarse la eutanasia.

Considerando que el ser humano es dueño de innumerables virtudes pero también de numerosos defectos y que las unas y los otros forman parte de un todo inherente de la condición humana, sólo cabe pensar que una Utopía es posible única y exclusivamente si hay una merma clara de la libertad individual del ciudadano, que para mantener la igualdad y la felicidad del conjunto debe repudiar su propio desarrollo natural de la personalidad. Gracias pues a que el ser humano sea menos humano y pase a ser un esclavo social es posible conseguir esa unitaria igualdad y esa felicidad común.

Tomás Moro bien puede considerarse un teórico del socialismo o del comunismo anterior a Engels, Marx, Lenin, Gramsci etc. Ese idealismo utópico, ese socialismo idealista que arrastra tras de sí y ya ha arrastrado, millones y millones de muertes.

Pero a las utopías literarias les salieron detractores como Orwell, Huxley o Bradbury. Las llamadas distopías literarias en contraposición de las utopías narran en lo que se convierte un sistema político como el de la isla de Utopía. Y no es otra cosa que en una sociedad totalitaria.
Orwell escribió su famosa "1984", una dramática obra donde existen suficientes paralelismos de denuncia del régimen totalitario soviético de Stalin y su confabulación con Hitler suscrito en el Pacto de Acero de 1939 para invadir una democracia parlamentaria como fue Polonia. Orwell denunciará sobre todo el férreo control al que era sometida la población en las países de corte totalitario y los medios para llevarlo a término como la policía política, la manipulación de la historia, la ocultación de la verdad etc.

Aldous Huxley también profundizó en el control extremo de las sociedades y en la deshumanización que tal control acaba provocando en sus habitantes en su obra "Un mundo feliz". Huxley recrea un universo tan dramático como en 1984 pero centra su obra en la genética y en la manipulación del ser humano nada más es concebido con la intención de condenarle para siempre a una forzada felicidad asumiendo un rol preestablecido sin posibilidad de elección, sin posibilidad de ser libre.

Y por último "Fahrenheit 451" escrita por el norteamericano Ray Bradbury. Tal vez de las tres distopías mencionadas la que más me gusta por su constante lirismo y la construcción de sus personajes principales. Clarisse McClellan evoca la apagada lucha por la libertad y el individualismo, mientras que el bombero Guy Montag, pieza del régimen totalitario se mostrará como un personaje redondo, un personaje que evoluciona en su manera de pensar al estilo de Gerd Wiesler (Ulrich Mühe) en la película alemana "La vida de los otros". Fahrenheit 451, a pesar de ser la temperatura a la que arde el papel y por tanto todo atisbo de cultura como es deleite para los totalitarismos, tendrá espacio para la esperanza.

Es por tanto el idealismo peligroso, pues lo "ideal" depende de cada persona y de sus gustos. En cualquier caso, es valioso poder leer todos los puntos de vista para disminuir la confusión y aclarar nuestras propias ideas. Recomendamos la lectura de Utopía de Tomás Moro, La ciudad del sol de Tommaso Campanella, ambas obras utópicas y las ya mencionadas distopías 1984 de George Orwell, Fahrenheit 451 de Ray Bradbury y Un mundo feliz de Aldous Huxley.

sábado, 10 de julio de 2010

No diga España, diga La Roja


Bien parece que el Campeonato del Mundo de fútbol que todavía se disputa en Sudáfrica no lo disputa la Selección española, sino un nuevo ente llamado "La Roja". La mayoría de los medios de comunicación coinciden en el progreso y cambio que supone dejar de llamar al combinado español "Selección española" o "Furia española" y se deciden en masa a nombrarla como "La Roja".

Los motivos de tan significada modificación pueden ser varios pero todo redunda sobre el miedo a llamar a las cosas por su nombre. Hay que progresar. Y para ello no importa que se usurpe el mote cariñoso que la afición chilena otorga a su combinado, "La Roja" también.

En España la palabra "España" no gusta en diversas zonas del país y comercialmente para algunas empresas es de buen gusto y mejor beneficio hacer desaparecer tal término y sustituirlo por "La Roja", con el fin de incrementar ventas o no molestar a cierta parte de la población.

"La Roja" queda bien, queda socialista, comunista, del color de los soviéticos, del color revolucionario chino, queda hasta incluso guerracivilista y lo mejor de todo es que se pierde la conciencia de unidad y de país, se pierde la conciencia de lo que significa España.
¡Qué no se siga nombrando "Furia española"! Que nos retrae al pasado, a un pasado donde España dominaba política, militar y económicamente Europa. Y es que tal era la grandeza de los tercios españoles y tal el temor de los habitantes de Flandes que acuñaron dicho calificativo para referirse a los ejércitos patrios allí destinados. Por estos motivos no es decoroso actualmente seguir llamando de esta manera a la selección española ya que podemos dar una imagen belicosa y herir la sensibilidad de la población belga entre otras.

Sí, está claro que lo que mejor nos va a los españoles es progresar y trocar el significado de las palabras hasta hacer irreconocible su esencia y su origen.
Con tal de olvidar lo que nos hace únicos y replantear una sociedad al gusto y antojo de la clase política lo que sea menester oiga.

Y es que ya lo decía Orwell en una de sus mejores obras literarias: "Quien controla el pasado controla el futuro. Quien controla el presente controla el pasado".

sábado, 19 de junio de 2010

ROBIN U.E. HOOD ATACA DE NUEVO A LOS RICOS


¡QUE TIEMBLEN DE PAVOR LOS MALVADOS! De nuevo los políticos del mundo civilizado y pseudodemocrático han abierto el armario, le han quitado el polvo al gorrete verde con plumas, se han ajustado las mallas, se han abrochado la camisa de esparto y fieltro, y han tomado presto el arco inglés con el carcaj bien surtido de flechas, y después de todo esto, se pusieron frente al espejo a ensayar unas cuantas muecas teatreras como si de Errols Flynnes de pacotilla se trataran. Una vez ya listos, se echaron a la calle a solidarizarse con la desesperación y sufrimiento del pueblo llano. Pusieron sus oídos y caras de falsa preocupación al servicio del desahogo de los menesterosos, al mismo tiempo que les dieron frívolos ánimos. Una vez concluido el cansino ritual de “acercamiento y atención a la gente”, deliberaron sobre quien es el culpable esta vez, y señalaron a ... Los banqueros. Escuchada la noticia por el humilde pueblo, éste se llenó de felicidad y júbilo por saber ya cual de sus habituales enemigos es ahora el culpable.

Estos Robin Hoods con chófer, dietas, exenciones en impuestos ... Hicieron suyo el dolor y sentimiento de rabia y odio que sembraron en el llanísimo pueblo, y allá que fueron en pos de tales villanos. Parapetándose tras la legalidad vigente y tras el poder de sus cargos, tensaron el poderoso arco de la tiranía y al primer banquero despistado que pasó por ahí le lanzaron la primera flecha-tasa, el pobre banquero quedó malherido así que no les quedó más remedio que acribillarlo con más flecha-tasas hasta que cayómuerto, después estos héroes del populacho cogieron la bolsa llena de monedas de oro que llevaba el cádaver, y raudos y veloces acudieron a la plaza del pueblo a enseñar el botín que habían confiscado a uno de estos asquerosos, el público presente estalló en la alegría, habían derrotado al rico, al causante de sus problemas. Y ya como colofón, antes de que el populacho empezara a celebrar esta victoria a base de botellones y orgías educativas, los Robin Hoods clamaron ¡ Con este botín, querido y noble pueblo, crearemos leyes, organismos, entes, comisiones y observatorios, para que nunca más sufráis !.

P.D.: En los meses siguientes se enfrentaron a tétricos obispos, engreídos comerciantes burgueses y sátiros trovadores de tinta y pluma .... Pero eso ya es otra historia.

jueves, 17 de junio de 2010

Revolucionarios contra reaccionarios: ¿Otra solución dicotómica?


Ya vimos en un artículo anterior cómo el manejo del lenguaje puede llegar a ser un arma de gran eficacia para la esfera política. Algunos políticos suelen hablar con mucha frecuencia empleando una expresión como "la derecha más reaccionaria", se supone que en contraposición de una "acción" que para la izquierda política no es otra que la siempre esperada revolución.

Cuando durante los años de la Segunda República Stalin y la Komintern se fijaron en la situación española y quisieron desestabilizar la vida parlamentaria con el fin de que triunfara una revolución socialista, indudablemente pensaron en los acontecimientos de un siglo anterior y que echaron por tierra el dominio napoleónico en España. Los socialistas soviéticos no quisieron repetir el error francés de intentar ocupar una nación como la española sin crear de antemano una profunda división en la sociedad. Sabedores de que las gentes de cualquier territorio que vaya a ser invadido por un ejérciro extranjero se une como cosa natural ante el invasor y deja de lado las posibles rencillas que hayan surgido en su vida cotidiana con sus vecinos, la Komintern diseñó todo un listado de consignas y expresiones para dividir a la sociedad que debía ser posteriormente dominada.

Términos como "rojos y azules", "izquierda revolucionaria contra derecha reaccionaria", "izquierda democrática contra derecha antidemocrática" o "antifascistas contra fascistas", entre muchos otros, tienen dos características básicas.
En primer lugar son expresiones de fácil comprensión por la población, puesto que hay que tener en cuenta que hace casi un siglo muchas personas no sabían leer o escribir y no tenían un nivel cultural y educativo muy elevado y lógicamente se requiere para el dominio del vulgo locuciones conocidas o de uso común, como puede ser la utilización de colores (rojos y azules en el caso español o "ejército blanco" zarista contra "ejército rojo" socialista, en el caso soviético).
Otra característa clara es que no deja espacio para el término medio o moderado, o simplemente para la no participación en ese juego dicotómico. Con lo cual o se es fascista o se es un socialista demócrata, y más vale elegir.

La política de Frentes Populares puesta en marcha desde la Komintern en Moscú, no deja lugar a la más mínima duda y pronto el "antifascismo" es el lema oficial de los partidos comunistas y más tarde, tras las uniones con los socialistas, de la mayor parte de los partidos de izquierda. Lema fácil y que gana adeptos con rapidez.

La malformación educativa desarrollada en los colegios e institutos nos lleva a pensar cuando escuchamos la palabra "Revolución" fundamentalmente en la que tuvo lugar en Francia y en Rusia como también en Inglaterra, con su Revolución Industrial, como un "tótum revolútum" (nunca mejor dicho). Huelga decir que la ocurrida en Inglaterra nada tiene que ver con la francesa, la rusa, la Revolución Cultural de China o la Revolución de Cuba, olvidadas las dos últimas, como otras grandes y nefastas revoluciones por la docencia española. Y si no olvidadas, maquilladas.

Teóricos socialistas de la revolución francesa como fueron Marat, Robespierre o Danton, pioneros en la barbarie de la Edad Contemporánea, tuvieron claro que la Revolución debía ser lo más violenta y cruel que fuera posible con el propósito de bloquear cualquier actitud de defensa o reacción e infundir tal terror que agarrotara al ciudadano. Esta falta de reacción propiciaría la obtención rápida del poder por los revolucionarios y la modificación de la estructura institucional a su antojo.
Este manual revolucionario de violencia extrema impulsado por jacobinos y "sans culottes" ha sido seguido más tarde por bolcheviques, estalinistas, maoístas...
Se puede decir entonces que ante una revolución violenta que motiva miles o millones de muertes el reaccionario es aquel que sencillamente tiene la desfachatez de no dejarse matar, de no dejarse pisotear por las hordas genocidas.

Si la pregunta es por qué algunos políticos diferencian constantemente entre izquierda revolucionaria y derecha reaccionaria es sencillamente porque para ellos es un orgullo la revolución y por supuesto es un término exclusivo de la ideología izquierdista que en ningún caso debe usarse para las matanzas producidas por otras ideologías. De este modo lo revolucionario es "bueno" y la reacción es "mala" con lo que volvemos a la dicotomía original y facilmente asumible por cualquier mentalidad por ingenua que sea.

Eso sí, una vez que la revolución triunfe, no es posible poner en marcha otra revolución que derroque a la primera, pues eso sería una reacción. Como ejemplo basta pensar en dictaduras que hoy día siguen en pie, pero también podemos volver a la Revolución francesa y hacernos eco de una anécdota que protagonizó uno de los más insignes revolucionarios de aquellos tiempos. Y se cuenta que Danton estaba comiendo perdiz acompañada con exquisitas trufas en un excelente restaurante cuando la revolución ya había triunfado y Francia era una república. Unos amigos también revolucionarios le vieron y quisieron saber por qué estaba degustando ese plato tan propio del Antiguo Régimen y de la aristocracia. Danton respondió que cuando él llegó al restaurante la perdiz ya estaba hecha y para evitar que cualquier noble se la comiera él mismo se ofreció a pasar por ese "mal trago".

viernes, 11 de junio de 2010

Héroes: Abraham Lincoln


Aprovechando que un anónimo amigo de este blog ha hecho un oportuno comentario en el artículo anterior sobre Abraham Lincoln, qué mejor manera de comenzar el apartado de "Héroes" con el que fuera el decimosexto presidente de los EE.UU.

Lincoln nació en el estado de Kentucky el 12 de febrero de 1809. En su adolescencia Abraham Lincoln trabajó, además de en unos almacenes, comerciando con diferentes géneros a través de diversos ríos en los que se trasladaba subido a una balsa hecha de troncos. Fue en uno de esos viajes cuando una banda de asaltadores de raza negra intentó robarle la mercancía, aunque Lincoln y los acompañantes supieron evitar el robo. Este hecho pudo haber marcado en el joven Lincoln un odio hacia los negros como así se respiraba de manera habitual en un ambiente esclavista como era la primera mitad de siglo XIX estadounidense. Sin embargo, la mentalidad cristiana de Abraham Lincoln se desarrolló diametralmente opuesta al odio hacia sus conciudadanos de raza negra, convirtiéndose en el primer candidato a presidente de los EE.UU. en exigir la abolición de la esclavitud.

Fue en 1860 cuando el Partido Republicano proclamó victorioso a Lincoln en su nominación como candidato a Presidente de los Estados Unidos y ese mismo año consiguió dicho puesto. El candidato propuesto por los demócratas para esas elecciones fue Stephen A. Douglas, que pertenecía a la masonería y que había derrotado al mismo Lincoln con anterioridad como cargo para senador.

Lincoln gobernó desde el 4 de marzo de 1861 hasta el 15 de abril de 1865, día en que fue asesinado en un teatro a manos de John Wilkes Booth mientras éste gritaba el lema en latín "Sic semper tyrannis!" lo que podría traducirse como ¡Así siempre a los tiranos!
Durante esos cuatro años de presidencia, Lincoln hizo efectiva la promesa electoral de abolir la esclavitud además de firmar la Proclamación de Emancipación de 1863 y aprobar la Decimotercera Enmienda a la Constitución de 1865 referente también a la abolición de la esclavitud en EE.UU.

Pero este gobierno republicano tan valiente tendría graves consecuencias ya que los estados sureños se levantarían en armas dando lugar a la Guerra de Secesión (1861-1865). Lincoln escogió a los mejores generales a su entender de entre los militares del ejército unionista, sobresaliendo quien más tarde sería su amigo, Ulysses Simpson Grant, y que años después también alcanzaría la presidencia del gobierno.
Cuentan que tal era la destreza del general Grant en estrategia y con tanta torpeza se desenvolvían sus compañeros oficiales unionistas en otros frentes que algunos generales compañeros de Grant fueron a comunicarle a Lincoln que Grant era poco más que un borracho. Asombrado Lincoln ante semejante oprobio hacia el general, les preguntó cuál era el licor que solía beber Grant y le respondieron una determinada marca de whisky. Lincoln entonces ordenó que enviaran a todos sus generales cajas de tal marca de whisky si con ello conseguía que le alcanzaran en éxitos militares.

Lincoln fue también una persona generosa y con alta estima por la vida de los demás como así lo demuestra el hecho de que llegara a indultar a 800 desertores de los denunciados por sus generales. Una de esas denuncias por deserción tuvo como protagonista a un chico que había desertado sólo con la intención de ir a su pueblo y casarse con su novia. El Presidente no se lo pensó dos veces y firmó el indulto añadiendo en voz alta y con una buena dosis de sentido del humor ante su secretario, que únicamente esperaba que ese chico no se arrepintiera algún día de que él le hubiera indultado.

En el plano político Lincoln hizo gala de su gran poder de convicción y de su elegante y clara oratoria haciendo famosa la frase: "You can fool some time all the people; you can fool some people all the time. But you cannot fool all the time all the people." Puedes engañar a todos por un tiempo; puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todos todo el tiempo. Frase que dicho sea de paso puede aplicarse hoy mismo a la política española.

El hecho de no ser especialmente agraciado y resultar más bien feo no amilanaba a Lincoln, más al contrario, sus debilidades las convertía en fortalezas como aduce una anécdota en pleno rifirrafe parlamentario. Teniendo la palabra el opositor demócrata y perdedor a la candidatura Stephen Douglas, reprendió a Lincoln por tener siempre dos caras. Lincoln obvió que Douglas se refería a su dobla moral y a su hipocresía y le respondió: "¿Cree usted Señor Douglas, que si tuviera dos caras traería esta?".

Lincoln fue sustituído en la presidencia por un demócrata, Andrew Johnson, quien casualmente y al igual que Stephen Douglas también pertenecía a la masonería.

Y como también rematara en alguna ocasión el propio Abraham Lincoln: "Mejor es callar y que sospechen de tu poca sabiduría que hablar y eliminar cualquier duda sobre ello".

Silencio entonces.

martes, 8 de junio de 2010

El apoyo electoral a Obama o el trasnochado antiamericanismo


Cuando Estados Unidos se mete en campaña electoral para designar un nuevo presidente entre los republicanos o los demócratas, en la mayoría de los medios de comunicación europeos se apuesta por el candidato que se supone de izquierdas, es decir, el demócrata. La fiebre periodística se extiende hasta que se conoce el resultado electoral de EEUU. Si gana el demócrata, como es el caso de Obama, todo resulta y resultará maravilloso, sólo hay que esperar. Si por el contrario gana el republicano, hay que deslucir la victoria y maquillar un poco. Y un ejemplo de lo último lo recuerdo perfectamente cuando John Kerry perdió en 2004 ante George Bush.

En Tve y en Telecinco disfrazaban la victoria republicana vendiendo que Bush había conseguido ganar en estados como Texas, Luisiana, Alabama, Oklahoma... Vamos, que le habían votado los granjeros sin mucha cultura, mientras que a Kerry le habían votado los intelectuales y financieros de Nueva York, Massachusetts... Los que saben, los que leen y son cultos. Así, de esta poco democrática manera explicaban la victoria republicana, y digo poco democrática porque se supone que una persona es un voto y no se debe mirar la "calidad" del voto como si el de un granjero o ganadero fuera de menos valor que el de un broker. En cualquiera de los casos nunca he visto a Tve o a Telecinco minusvalorar el voto de Extremadura y Andalucía, regiones ambas con el peor dato estadístico educativo y más alto nivel de analfabetismo per cápita, y casualmente bastiones de voto socialista.

En España el antiamericanismo, el culto por menospreciar los valores norteamericanos, pertenecía casi exclusivamente a la derecha política si nos remontamos a 1898 y a la pérdida de territorios españoles como Cuba o Filipinas a manos de los EEUU. Pero en el transcurso de las décadas hasta hoy, el antiamericanismo es propiedad de la ideología izquierdista tanto en España como en el resto de Europa.

Para vender la imagen de que los enemigos de la humanidad son los republicanos y aprovechando la Guerra de Irak, la progresía ha trasladado y traslada a la opinión pública que EEUU es más peligrosa cuando un republicano está en el poder porque se generan guerras injustificadas y muere mucha gente. Este tipo de explicaciones infantiloides calan en sociedades de postín chabacano, más preocupadas por conocer el vencedor de un concurso de cantantes que de plantar cara ante la política de miseria y lo miserable.

Vale. Repasemos el siglo XX para ver que facción política estadounidense, demócratas o republicanos, se ha embarcado en un número mayor de conflictos bélicos y por ende ha generado más muertos en el mundo. Para ello, pongamos una lista con el nombre del presidente, los años en que ejerció la presidencia, partido al que perteneció y hechos más relevantes en política exterior durante su legislatura:

William McKinley: Republicano (1897-1901) --->Guerra contra España (Cuba y Filipinas); guerra contra China y Hawai.
Theodore Roosevelt: Republicano (1901-1909) --->Retira las tropas de Cuba; Declara la neutralidad de EEUU en la guerra ruso-japonesa de 1905.
William H. Taft: Republicano (1909-1913) --->Sin guerras, sin políticas territoriales expansivas.
Woodrow Wilson: Demócrata (1913-1921) --->Estados Unidos entra en la I Guerra Mundial.
Warren G. Harding: Republicano (1921-1923)--->Sin hechos relevantes en política exterior.
Calvin Coolidge: Republicano (1923-1929)--->Sin hechos relevantes en política exterior.
Herbert Hoover: Republicano (1929-1933)--->En política exterior medió entre Perú y Chile para que firmaran la paz debido a un contencioso territorial.
Franklin D. Roosevelt: Demócrata (1933-1945)--->Estados Unidos entra en la II Guerra Mundial.
Harry S. Truman: Demócrata (1945-1953)--->Estados Unidos lanza dos bombas atómicas sobre Japón (Hiroshima y Nagasaki); Estados Unidos entra en la Guerra de Corea.
Dwight D. Eisenhower: Republicano (1953-1961)---> Estados Unidos firma el fin de la Guerra de Corea; su política exterior durante la Guerra Fría consiste en no crear tensiones (Se niega a ayudar a Francia en Indochina)
John F. Kennedy: Demócrata (1961-1963)---> Se recrudece la situación en Vietnam y EEUU comienza a implicarse de manera clara y contundente en la Guerra de Vietnam; Bahía de Cochinos; Crisis de los misiles con Cuba.
Lyndon B. Johnson: Demócrata (1963-1969)---> Continúa la Guerra de Vietnam.
Richard Nixon: Republicano (1969-1974)---> Retira a Estados Unidos de la Guerra de Vietnam; Firma un desarme unilateral de Estados Unidos en plena Guerra Fría.
Gerald Ford: Republicano (1974-1977)--->Sin hechos relevantes en política exterior.
Jimmy Carter: Demócrata (1977-1981)--->Sin una política exterior expansiva o fuerte; "pacifista" pero muy criticada por ello.
Ronald Reagan: Republicano (1981-1989)--->Proyecto "Guerra de las Galaxias"; Invadió Granada; bombardeó Beirut.
George H. W. Bush: Republicano (1989-1993)--->I Guerra del Golfo.
Bill Clinton: Demócrata (1993-2001)--->Bombardeó Kosovo.
George W. Bush: Republicano (2001-2009)--->Guerra de Irak; Guerra de Afganistán.
Barack Obama: Demócrata (2009-)---> Continúa la Guerra de Afganistán; EEUU sale de la Guerra de Irak.

Después de este listado donde los demócratas llevan a EEUU (y sin querer valorar si de manera positiva o negativa esa participación bélica) a la I Guerra Mundial, la II Guerra Mundial, el lanzamiento de las dos bombas atómicas, la Guerra de Corea, la Guerra de Vietnam entre otros conflictos y donde precisamente un presidente republicano retira a EEUU de dichas participaciones bélicas no parece lo más acertado tildar al republicanismo estadounidense de belicista y al sector demócrata de pacifista. Más bien es todo lo contrario, ¿no?