jueves, 15 de julio de 2010

Recomendaciones literarias: Utopía contra distopía


Hace ya muchos veranos que elegí leer algunos libros que habían sido escritos en el siglo XVI. Entre ellos, una obra no muy extensa pero muy curiosa, fue "Utopía" escrita por Tomás Moro. El escritor y teólogo inglés, que acabó siendo mandado ejecutar por Enrique VIII, dio origen a la palabra utopía al ponerlo como título de su obra. Utopía significa exactamente "no lugar", es decir, aquel lugar que no existe. La palabra hoy en día ha pasado a significar todas aquellas ideas o proyectos que son de imposible realización o término.

Utopía es el nombre de una isla con la que un navegante se topó de manera casual y que gracias a su estancia en ella nos relata las costumbres y organización social de los habitantes de esa isla. Tomás Moro idealiza esa sociedad, al menos desde su punto de vista, donde los pocos problemas que pueden surgir son rápidamente subsanados. Es en definitiva una sociedad ideal y casi perfecta. Se habla de la religión; de la eutanasia; de cómo se debe solventar la recepción de embajadores; de la autosuficiencia económica; de la igualdad económica y social y del rechazo de la propiedad privada al ser fuente primordial de envidias y disputas; se habla del matrimonio donde el hombre antes de casarse puede ver a la mujer desnuda para dar su consentimiento de la misma manera en que un mercader ve el género que va a comprar con el fin de que no haya tara y menoscabo en el mismo; incluso el oro y otras piedras preciosas son usados para los más variados y cotidianos quehaceres con la más natural asunción por parte de los ciudadanos de Utopía.

Moro presenta una sociedad donde la ausencia de necesidades colma de felicidad a sus gentes y donde no se trabaja para mejorar personalmente sino que el esfuerzo está destinado a la colectividad, a la mejora social. Contrario pues a la visión clásica de Adam Smith que dos siglos después venía a decir en "La riqueza de las naciones" algo como: "No es la benevolencia del carnicero, del cervecero o del panadero la que nos procura el alimento, sino la consideración de su propio interés. No invocamos sus sentimientos humanitarios sino su egoísmo, ni les hablamos de nuestras necesidades sino de sus ventajas."

En Utopía no debe haber, ni debe permitirse el egoísmo ya que el interés no es individual sino común, colectivo, social. Y si el egoísmo, la envidia u otras facetas malvadas sucumben la recta vida de un individuo de Utopía bien puede darse la pena de muerte o aplicarse la eutanasia.

Considerando que el ser humano es dueño de innumerables virtudes pero también de numerosos defectos y que las unas y los otros forman parte de un todo inherente de la condición humana, sólo cabe pensar que una Utopía es posible única y exclusivamente si hay una merma clara de la libertad individual del ciudadano, que para mantener la igualdad y la felicidad del conjunto debe repudiar su propio desarrollo natural de la personalidad. Gracias pues a que el ser humano sea menos humano y pase a ser un esclavo social es posible conseguir esa unitaria igualdad y esa felicidad común.

Tomás Moro bien puede considerarse un teórico del socialismo o del comunismo anterior a Engels, Marx, Lenin, Gramsci etc. Ese idealismo utópico, ese socialismo idealista que arrastra tras de sí y ya ha arrastrado, millones y millones de muertes.

Pero a las utopías literarias les salieron detractores como Orwell, Huxley o Bradbury. Las llamadas distopías literarias en contraposición de las utopías narran en lo que se convierte un sistema político como el de la isla de Utopía. Y no es otra cosa que en una sociedad totalitaria.
Orwell escribió su famosa "1984", una dramática obra donde existen suficientes paralelismos de denuncia del régimen totalitario soviético de Stalin y su confabulación con Hitler suscrito en el Pacto de Acero de 1939 para invadir una democracia parlamentaria como fue Polonia. Orwell denunciará sobre todo el férreo control al que era sometida la población en las países de corte totalitario y los medios para llevarlo a término como la policía política, la manipulación de la historia, la ocultación de la verdad etc.

Aldous Huxley también profundizó en el control extremo de las sociedades y en la deshumanización que tal control acaba provocando en sus habitantes en su obra "Un mundo feliz". Huxley recrea un universo tan dramático como en 1984 pero centra su obra en la genética y en la manipulación del ser humano nada más es concebido con la intención de condenarle para siempre a una forzada felicidad asumiendo un rol preestablecido sin posibilidad de elección, sin posibilidad de ser libre.

Y por último "Fahrenheit 451" escrita por el norteamericano Ray Bradbury. Tal vez de las tres distopías mencionadas la que más me gusta por su constante lirismo y la construcción de sus personajes principales. Clarisse McClellan evoca la apagada lucha por la libertad y el individualismo, mientras que el bombero Guy Montag, pieza del régimen totalitario se mostrará como un personaje redondo, un personaje que evoluciona en su manera de pensar al estilo de Gerd Wiesler (Ulrich Mühe) en la película alemana "La vida de los otros". Fahrenheit 451, a pesar de ser la temperatura a la que arde el papel y por tanto todo atisbo de cultura como es deleite para los totalitarismos, tendrá espacio para la esperanza.

Es por tanto el idealismo peligroso, pues lo "ideal" depende de cada persona y de sus gustos. En cualquier caso, es valioso poder leer todos los puntos de vista para disminuir la confusión y aclarar nuestras propias ideas. Recomendamos la lectura de Utopía de Tomás Moro, La ciudad del sol de Tommaso Campanella, ambas obras utópicas y las ya mencionadas distopías 1984 de George Orwell, Fahrenheit 451 de Ray Bradbury y Un mundo feliz de Aldous Huxley.

1 comentario:

Ciudadano Kane dijo...

Fahrenheit 451. ¡Gran obra! La cual leí hace ya unos cuantos años, y después de éste artículo, la volveré a leer en cuanto pueda, así como alguno de los libros que recomienda.